Un equipo científico de la Argentina descubrió la función de un gen que participa en el procesamiento de las grasas que se conocen como lípidos. El hallazgo fue realizado en un modelo de experimentación con mosca de la fruta y abre la posibilidad de comprender mejor más de 20 enfermedades humanas relacionadas con el metabolismo de los lípidos y para desarrollar mejores tratamientos.
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El descubrimiento fue realizado por investigadores de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y del Conicet en Buenos Aires. Crearon un modelo de mosca con niveles alterados en la expresión de un gen, que llamaron “Orsai” siguiendo la comparación con la posición “fuera de lugar” que se establece en los partidos de fútbol.
Pudieron comprobar que el gen Orsai cumple una función clave en el procesamiento de las grasas (lípidos), y publicaron la investigación en la revista BMC Biology.
Los trastornos del metabolismo de lípidos abarcan desde los problemas del colesterol y los triglicéridos hasta las enfermedades de Tay-Sachs y Gaucher/Archivo
“En los seres humanos, los trastornos del metabolismo de lípidos abarcan un amplio espectro de afecciones, desde la hipercolesterolemia y la hipertrigliceridemia hasta aquellas en las que la célula es incapaz de descomponer los lípidos, como las enfermedades de Tay-Sachs y Gaucher; de hecho, existen hasta 22 trastornos de la oxidación de ácidos grasos”, escribieron los científicos en la introducción del trabajo.
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Como objetivo, se propusieron investigar la función del gen Orsai implicado en el metabolismo de lípidos. La falta de orsai en las larvas de moscas provoca un “catabolismo lipídico hiperactivo”, que repercute en la dinámica celular y el comportamiento alimentario. Eso lleva a la muerte del individuo en etapas tempranas del desarrollo.
El equipo liderado por la científica Fernanda Ceriani identificó la función de un gen -que llaman Orsai-, que participa en el procesamiento de las grasas/FIL
Cuando la expresión del gen Orsai está disminuida, se modifica de una manera notable y potencialmente letal el comportamiento de los insectos. Esto significa que a pesar de que ven y huelen el alimento, los ejemplares que no expresan el gen Orsai se alejan de la comida y queman sus reservas de lípidos sin control.
Como son incapaces de aprovechar correctamente su alimento, esas moscas de la fruta “mutantes” no logran crecer y desarrollan problemas musculares y comportamentales. Sin embargo, el panorama mejora de manera significativa cuando se les agrega una proteína humana que cumpliría la misma función.
“Este trabajo nos llevó muchísimos años porque a cada paso tuvimos que descartar hipótesis y romper preconceptos, como que el cambio comportamental en estas moscas lo disparaba su cerebro”, dijo la científica Fernanda Ceriani, doctora en Ciencias Biológicas y jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento de la FIL.
Para hacer el estudio, el equipo científico creó un modelo de mosca con niveles alterados en la expresión del gen Orsai (Benjamin Fabian)
“Al contrario de lo que postulamos en un primer momento, descubrimos que un cambio de comportamiento puede venir de una alteración en la forma en la que los animales almacenan los lípidos en sus tejidos de reserva, y eso probablemente hace que no llegue una señal adecuada al cerebro”, contó Ceriani.
La bióloga Magdalena Fernández-Acosta fue la autora principal del artículo. También colaboraron el biotecnólogo Juan Ignacio Romero y el biólogo Guillermo Bernabó. La función clave del gen Orsai se constató gracias también al análisis de bases de datos que realizó la jefa del Laboratorio de Bioinformática Estructural de la Fundación Instituto Leloir, Cristina Marino-Buslje. Pudieron identificar que en los seres humanos la proteína ETFRF1 cumpliría un rol similar.
“Nos preguntamos qué pasaría si las moscas que no tienen el gen ‘orsai’ en el cuerpo graso recibieran suplementos de la proteína humana. Para eso, creamos ejemplares capaces de expresarla y vimos que mejoran el comportamiento defectuoso y sobreviven. Esto demuestra que ni el origen del problema ni el de la solución parten del cerebro”, señaló la científica.
También pudieron identificar que en los seres humanos la proteína ETFRF1 cumpliría un rol similar al hallazgo en mosca de la fruta/FIL
El equipo argentino fue el primero en demostrar ese paralelismo entre los genes. Además, lo hicieron en el animal que es muy diferente a un estudio in vitro (fuera de un organismo), donde todo es más controlado.
“Hasta ahora, sólo se conocía la secuencia del gen ‘orsai’ en la mosca de la fruta, pero no había pistas sobre su función real. Este es el primer trabajo que permite entenderla y, debido a eso, tuvimos el placer de poder bautizarlo”, indicó Fernández-Acosta.
En cuanto a por qué el gen se llamó Orsai, la doctora Ceriani contestó a Infobae: “Los animales que tienen los niveles bajos del gen desde su nacimiento tienen comportamientos inadecuados en relación a la alimentación. En esa etapa del desarrollo, tienen que crecer 200 veces en pocos días. Pero esos animales con el gen faltante no consumen y se mueren por inanición. No es un problema de no poder comer. El sistema digestivo les funciona bien. Pero tienen alterado el mecanismo de degradación de los lípidos por la falta del gen Orsai”.
El nombre del gen se debe a la comparación con la posición fuera de lugar que se considera al jugar al fútbol (REUTERS/Marko Djurica)
“Entonces –continuó–, bautizamos al gen inspirados en ese concepto de estar fuera de lugar en un momento dado, proveniente de la jerga futbolera de la posición adelantada. Además, ‘Orsai’ es el nombre de la revista literaria que dirige Hernán Casciari, que leemos y admiramos”.
Existen más de 20 patologías humanas asociadas a una disfunción en el procesamiento de los lípidos. Esos trastornos afectan el tono muscular, el sistema nervioso y provocan defectos del desarrollo. Por eso, el equipo de Ceriani vislumbra que el hallazgo puede dar el puntapié inicial para la búsqueda de terapias o intervenciones que ayuden a pensar posibles soluciones.
La científica aclaró en el diálogo con Infobae que no estudiaron qué le pasa a los animales con respecto a los niveles de colesterol en particular. “No se puede hablar sobre el colesterol alto porque no lo estudiamos ni sabemos qué les pasa con respecto al colesterol a los animales”, comentó.
“Ahora tenemos un modelo de estudio para estas enfermedades, lo que abre la perspectiva de experimentar, a futuro, tratamientos que de otra manera no era posible hacer”, concluyó Fernández-Acosta. Los investigadores contaron con financiamiento del Conicet, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), la Fundación Williams, entre otras organizaciones de la Argentina.