Centenares de detenidos, comercios asaltados, destrozos millonarios… las calles de Francia arden desde hace tres días tras la muerte de un joven de origen argelino por un disparo de la Policía en la ciudad de Nanterre, a las afuera de París. Miles de manifestantes protestan desde entonces contra la violencia policial y reclaman justicia, pero detrás de estos graves disturbios se esconde un problema enquistado en la sociedad francesa desde hace años.
«Los disturbios reflejan un malestar muy enraizado porque hay una parte de la población francesa que estima que es víctima de un racismo sistémico y no se siente integrada en la sociedad. Por esa razón ataca todo aquello que signifique la presencia del Estado, empezando por la Policía, pero también escuelas, librerías, alcaldías…», explica Alejo Schapire, periodista argentino afincado en Francia y autor del libro La traición progresista. «Existe un componente étnico e identitario extremadamente fuerte que se da entre personas que ven al Estado como una entidad hostil», añade.
«En Francia no ha habido un proceso de integración de la población inmigrante. Eso ha provocado que se generen guetos y ha creado un caldo de cultivo que da pie a que la gente salga a la calle ante una situación de conflicto como la actual», señala Víctor Renobell, doctor en sociología y director del grado de Ciencias Políticas en la UNIR.
«Francia tiene un contencioso histórico con sus excolonias que no ha sido resuelto. Ha fracasado en la integración de muchísimos grupos de inmigrantes que vienen del norte de África y que no se han asimilado. Hay entidades o grupos de inmigrantes que se han desarrollado paralelamente al resto de la sociedad francesa y que están en conflicto. Existe un conflicto de identidades», añade Schapire.
En ese sentido, Renobell destaca las diferencias entre Francia y España, donde el proceso de integración ha sido más homogéneo: «En España ha habido disturbios puntuales en El Ejido y otros lugares, pero no es un problema extrapolable porque en nuestro país ha habido un proceso de integración más importante, con participación de las instituciones públicas desde los años 80 y 90, algo que no ha ocurrido en Francia».
Renobell también recuerda que «en Francia la población es más reivindicativa que en cualquier otro lugar de Europa, como se ha visto recientemente con las protestas de los chalecos amarillos o contra la reforma de las pensiones».
Schapire comparte ese planteamiento, pero con un matiz importante: «Francia tiene una tradición muy vieja de insurrección, revolución y movimientos sociales, y han sido siempre con un componente femenino muy importante, que aquí está completamente ausente. Eso tiene que ver con el tipo de población que está protagonizando estos disturbios».
El sociólogo de la UNIR indica que la «globalización» juega otro papel nada desdeñable a la hora de fomentar los sucesos en Francia: «Tenemos un país referente como EEUU en el que se han producido grandes movilizaciones contra los abusos policiales y que ahora se están exportando a Europa».
«Desde la muerte de Adama Traoré (joven del extrarradio de París de origen inmigrante que murió en 2016 tras ser detenido por la Policía), sus familiares han llevado a cabo un activismo muy controvertido, adoptando una estética y unos eslóganes que pretendían implantar en Francia el movimiento Black Lives Matter de EEUU. Los disturbios de estos días eran absolutamente previsibles que iban a ocurrir», coincide Schapire.
La extrema derecha pueda sacar rédito de las protestas
Alejo Schapire critica que desde la izquierda se están amparando los disturbios violentos: «Por un lado, hay una extrema izquierda radical que les dice que son víctimas de un sistema capitalista y racista que les quiere pobres, por otro hay un victimismo alentado por el islamismo radical, que les ofrece la vía de la confrontación para invertir su situación».
«En vez de condenar la violencia de una manera categórica, desde la Francia Insumisa de Mélenchon buscan razones para comprenderla y dicen que es una violencia en respuesta a otra violencia que viene de arriba. Cuando empiezas a mostrarte comprensivo es extremadamente peligroso porque das legitimidad a una violencia que necesitaría la condena en bloque de la clase política», añade.
Y Schapire considera que esa ‘tolerancia’ de la izquierda puede dar alas a la ultraderecha en Francia: «Si la ultraizquierda alienta o se muestra comprensiva con estos desmanes y Macron sigue mostrándose tímido, es posible que la extrema derecha o la derecha conservadora canalicen el miedo y la frustración de los franceses frente a este espectáculo dantesco».