Santo Domingo, R.D — La noche del domingo 7 de septiembre, el cielo global se tiñó de rojo con la llegada de la esperada Luna de Sangre, un eclipse lunar total que transformó el satélite en un disco carmesí visible desde Europa, Asia, África y Oceanía. Sin embargo, en República Dominicana y gran parte de América, el fenómeno pasó desapercibido: la Luna simplemente no estaba en escena.
Este eclipse, uno de los más largos de la década con 82 minutos de totalidad, ocurre cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, filtrando la luz solar a través de su atmósfera. El resultado: una Luna teñida de tonos rojizos, gracias al efecto conocido como dispersión de Rayleigh, el mismo que pinta los atardeceres.
Un espectáculo global… sin asiento caribeño
Mientras en Madrid, Dubái y Tokio multitudes se reunían en parques y azoteas para capturar el momento, en Santo Domingo el cielo permanecía indiferente. La alineación astronómica simplemente no favoreció al Caribe: el eclipse ocurrió mientras aquí reinaba el día.
“Es como si el universo eligiera su audiencia. Esta vez, nos dejó fuera del teatro cósmico”, comentó un astrónomo local.
¿Mito o ciencia?
Aunque la NASA lo define como un fenómeno natural sin riesgos, culturas antiguas como la babilónica y creencias cristianas han vinculado la Luna de Sangre con presagios apocalípticos. En la era digital, sin embargo, el evento se convierte en tendencia global, con transmisiones en vivo y millones de fotos compartidas.