Santo Domingo, R.D. — Este jueves se cumplen 24 años del atentado terrorista que sacudió al planeta y marcó un antes y un después en la historia moderna: el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Aquel 11 de septiembre de 2001, el mundo entero fue testigo de una tragedia transmitida en vivo, que dejó casi 3,000 muertos y una herida abierta en la conciencia global.

El día que paralizó al planeta

A las 8:46 de la mañana, el vuelo 11 de American Airlines impactó la Torre Norte del World Trade Center. Dieciocho minutos después, otro avión golpeó la Torre Sur. Las imágenes de los edificios envueltos en humo, del colapso y del caos en las calles de Manhattan se convirtieron en símbolos de una era marcada por el miedo, la resiliencia y la transformación.

Dominicanos entre las víctimas

La tragedia no fue ajena a la República Dominicana. Al menos 20 dominicanos perdieron la vida ese día, muchos de ellos trabajadores en la zona financiera de Nueva York. Sus nombres siguen siendo recordados por familiares, comunidades y organizaciones que cada año rinden homenaje en misas, actos conmemorativos y publicaciones en medios y redes sociales.

Impacto global, repercusiones locales

El 11-S redefinió la política internacional, provocó guerras, endureció leyes migratorias y cambió la forma en que se gestionan los aeropuertos y la seguridad. En República Dominicana, se fortalecieron los protocolos de vigilancia en puertos y aeropuertos, y se intensificó la cooperación con agencias internacionales en temas de inteligencia y prevención.

La memoria como resistencia

Cada aniversario es una oportunidad para recordar, reflexionar y educar. En Nueva York, el Memorial del 11 de septiembre recibe miles de visitantes que honran a las víctimas. En Santo Domingo, algunas escuelas y medios dedican espacios para hablar del impacto de aquel día, no solo en términos políticos, sino también humanos.

Un llamado a la paz

El 11 de septiembre no es solo una fecha en el calendario. Es un recordatorio de la fragilidad humana, de la necesidad de construir puentes en lugar de muros, y de cómo, incluso en medio del horror, la solidaridad puede emerger como fuerza transformadora.

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