Cada 18 de agosto, la República Dominicana celebra el Día Nacional del Médico Dominicano, una fecha que trasciende el calendario para convertirse en símbolo de respeto, gratitud y admiración hacia quienes dedican su vida a cuidar la de los demás.
En un país donde los retos del sistema de salud son constantes, el médico dominicano se mantiene firme, comprometido y resiliente. Su labor no se limita a recetar medicamentos o realizar diagnósticos: es una entrega diaria que implica escuchar, acompañar, consolar y, muchas veces, sanar más allá del cuerpo.
Médicos que hacen historia
La medicina dominicana está llena de nombres que merecen ser recordados. Evangelina Rodríguez, primera mujer médica del país, rompió barreras en una época donde el acceso a la educación era limitado para las mujeres. Luis Eduardo Aybar, símbolo de solidaridad, convirtió su clínica en refugio tras el huracán San Zenón. Juan Manuel Taveras Rodríguez, pionero en radiología, llevó el nombre del país a las aulas de Harvard.
Hoy, nuevos rostros continúan ese legado. Desde los pasillos del Hospital Robert Reid Cabral hasta los centros de atención primaria en comunidades rurales, miles de médicos dominicanos ejercen con pasión, ética y compromiso.
Vocación que no se detiene
Durante la pandemia, vimos a nuestros médicos convertirse en héroes silenciosos. En medio del miedo y la incertidumbre, ellos estuvieron ahí: en las salas de emergencia, en los centros de vacunación, en las llamadas de seguimiento. Su entrega fue —y sigue siendo— un testimonio de amor por la vida.
Este 18 de agosto, más que celebrar, agradecemos. Agradecemos a quienes eligieron una carrera que exige sacrificio, estudio constante y fortaleza emocional. A quienes, con bata blanca y alma firme, representan lo mejor de nuestra nación.
Desde nuestra redacción, enviamos un abrazo a todos los médicos dominicanos.
Gracias por su vocación, por su humanidad y por recordarnos cada día que la salud es el mayor tesoro de un pueblo.
