Imaginemos que la felicidad es un tesoro escondido en una isla remota. Durante siglos, filósofos y pensadores intentaron trazar mapas para alcanzarla, pero sus caminos eran inciertos y dependían de suposiciones. Con el tiempo, la ciencia tomó el relevo y comenzó a descifrar las coordenadas exactas de este bienestar tan anhelado. Hoy, los neurocientíficos, psicólogos y especialistas han descubierto que la felicidad no es solo cuestión de suerte ni un destino final, sino una habilidad que puede entrenarse como un músculo.
Gabriel Rolón: “La ilusión es creer que la felicidad nos va a colmar, que nos va a completar, que seremos felices cuando nada nos falte, cuando hayamos resuelto todo, cuando hayamos cumplido todos nuestros sueños y todo nos salga bien. El ser humano tiene la tendencia a idealizar las cosas y la felicidad no escapa a eso (…) Cuando uno idealiza mucho el amor hay cosas que elige no ver para no desilusionarse y se engaña o hay desilusiones que se lleva por delante porque no aparece esa perfección y con la felicidad pasa algo parecido. Yo creo que para poder ser feliz hay que correrse de esa ilusión, de creer que solo podemos llamar “felicidad” a un estado de plenitud, de completud, donde nada falta, donde todo está bien, porque si querés eso, concluye con la primera ausencia”.
Distintas investigaciones revelaron que la felicidad no depende de grandes eventos ni de la acumulación de bienes materiales. Solo un 10% se relaciona con factores externos, mientras que un 50% está determinado por la genética y el 40% restante depende de acciones intencionadas. En otras palabras, si bien la biología influye, cada persona tiene en sus manos la posibilidad de fortalecer su bienestar mediante hábitos específicos.
El papel de las hormonas en la felicidad
Las emociones no son producto del azar. En el laboratorio de la mente, los neurotransmisores y hormonas juegan un papel clave en la sensación de bienestar. Entre ellos, el llamado “Cuarteto de la Felicidad” —dopamina, serotonina, oxitocina y endorfinas— actúa como un equipo de químicos que regulan el estado de ánimo.
- Dopamina: la motivación y el logro. Esta hormona se libera cuando se alcanza una meta, sin importar su magnitud. Desde terminar una tarea hasta recibir un reconocimiento, cada pequeño éxito refuerza el circuito de recompensa del cerebro. “Cada logro que alcanzamos aumenta la liberación de dopamina. No importa la magnitud, el cerebro los festeja activando el circuito dopaminérgico de recompensa”, explicó en una nota reciente con Infobaela doctora González Alemán, neurocientífica, directora del departamento de Psicología de la Universidad Católica Argentina (UCA)
- Endorfinas: el placer y el alivio natural del dolor Funcionan como un analgésico natural y se asocian con la euforia. Se liberarán al hacer ejercicio, reír, bailar o incluso consumir ciertos alimentos.
- Serotonina: la clave para un bienestar duradero A diferencia de la dopamina y las endorfinas, la serotonina genera un estado de armonía que perdura en el tiempo. La exposición al sol, la meditación y el contacto con la naturaleza estimulan su producción.
- Oxitocina: la hormona del amor y los vínculos sociales. Se activa con el contacto físico, los abrazos y los lazos de confianza. Fortalece las relaciones y genera una sensación de conexión.
Cuatro neurotransmisores principales regulan el bienestar, la dopamina está asociada con la motivación y el logro, las endorfinas con el placer y la reducción del dolor, la serotonina con el equilibrio emocional a largo plazo y la oxitocina con los lazos afectivos y la confianza (Imagen Ilustrativa Infobae)
A esta lista se suma la anandamida, un neurotransmisor asociado con la relajación y el bienestar, cuya producción aumenta con el ejercicio aeróbico.